lunes, 25 de octubre de 2010

Inciso: El inglés y yo

Cuando tenía 7 años en el colegio nos dijeron que iban a empezar a hacer actividades extraescolares. Los de mi edad podíamos escoger entre inglés y kárate.

Salí corriendo de clase, mientras me imaginaba dando patadas a diestro y siniestro y diciendo:

- ¡Kía! ¿Y mi kimono?

Que para mí era el gran mantra que da fuerza y concentración a los grandes luchadores de artes marciales de todos los tiempos, o por lo menos, a los que yo conocía: La niña del anuncio y el mono borracho.

Es verdad, no solo me convertiría en un arma mortal con un asombroso dominio de mi cuerpo y de mi mente, sino que ¡me comprarían un kimono! ¡Y cada cierto tiempo, un cinturón!. A la porra el dominio cuerpo-mente ¡Repartir leña y estrenar ropa! ¿Podía haber mejor plan?.

Y así llegué feliz y contenta a mi casa, supongo con el típico papelito de colores que te daban en el colegio y que:

a) Raramente entregabas a tus padres.

b) Más raramente se leían tus padres.

c) Aún más raramente le importaba un rábano a ti, a tus padres y al que lo había hecho en la multicopista (entonces había multicopistas).

Pero mi madre se leyó ese papelito, precisamente ese y dijo que el kárate era muy peligroso porque me iba a romper una pierna y que en consecuencia, iría a clase de inglés. Vamos, que si la otra actividad hubiera sido aprender a mascar tabaco, supongo que me hubieran apuntado igual.

De repente comprendí la cruda realidad, no solo vi alejarse de mí las ilusiones de ese futuro de violencia justificada sino la posibilidad de tener una escayola que me pudiesen firmar. Mi sueño dorado de toda la infancia.

Así que a los 7 años empecé a estudiar inglés una hora, martes y jueves. Pero no creáis que lo hice de mala gana, que yo soy una animosa de la vida y decidí que ya que no podía tener una muerte trágica como Bruce Lee, asombraría a todos con mi don de lenguas.

Recuerdo algunas de aquellas lecciones de aquel primer libro, como aquella en la que aparecía una casa dibujada a la que le faltaba un trozo de pared y de techo (qué descuidados estos ingleses construyendo, no es por nada) y al lado de cada elemento, un cartelito window, door, table...

También aprendimos el verbo tubí” (aiam, yuar...)

Al año siguiente dábamos inglés pero no recuerdo que avanzáramos mucho sobre el tema este de la casa, el verbo tubí y algunas otras nociones que ya conocía: que si los días de la semana, los colores, los números y poco más.

Después cambié de colegio, y no volví a dar inglés hasta los 11 años. Yo sentía que dominaba la situación, dada mi magna experiencia al respecto.

Lo más triste es que no andaba desencaminada, porque durante un tiempo que a mí me pareció eterno, volvimos a los 3 temas de siempre, que francamente, hasta en mentes más obtusas que la mía si es que existe semejante cosa (no sé, un corcho de botella), creo que ya hubiera empezado a calar.

Cuando empezamos el BUP por fin parecía que avanzábamos, cuando conocimos al pan sin sal de Arthur, que estaba enamorado de Mary, que se parecía a Gwineth Paltrow, aunque ella estaba interesada en Bruce, que se parecía a un hortera con bigote.

Pero ni el culebrón amoroso de los libros de texto me iba a hacer avanzar demasiado, y jamás pasaría del nivel intermedio en inglés. Y es que yo entonces ignoraba que el inglés es algo que se estudia, sí, pero que jamás se aprende.

Y lo más triste, es que al igual que confieso sin vergüenza ninguna (vale, con un poco) mi manifiesta incapacidad para las manualidades en general y que siempre fui la última de esas clases, en las clases de inglés, siempre he sido de las primeras.

Lo que más que dejarme bien a mí, deja fatal a mis compañeros.

Sí, sí, generalmente he sacado buenas notas y he sido de esas 2 personas que intentábamos hablar inglés en clase.

La otra persona era la profesora.

Aún me acuerdo de una de esas conversaciones que los pobres profesores de inglés intentan iniciar generalmente sin ningún éxito, y que por una vez parecía haber fructificado y durado más de quince minutos, al cabo de los cuales una compañera me dio un codazo y me dijo

- Oye ¿de qué estáis hablando?

Y es que yo a mis profesores (españoles, claro) de inglés les entendía a las mil maravillas, menos a aquella que tras de un año de preocuparme seriamente por su fijación ornitológica, comprendí que cuando decía "Lora" se refería a la Laura, la tutora del curso.

También he tenido un par de profesores británicos, como aquel que me dijo:

- Me sorprende que tengas tan mala gramática.

Que todavía estoy preguntándome si aquello era bueno o malo, y por eso se me ha quedado esta cara de tonta desde que me lo dijo.

Quizá hayáis oído que es que es imposible que algún español aprenda inglés realmente, que si lo llevamos en el código genético, que es que no se puede aprender un idioma sin vivir en el país en el que lo hablan...

Yo, que he retomado una y otra vez, los cursos de inglés, allá donde pudiera (y me saliera barato, la verdad) como cursos de empresa, de esos que tienes que ir a la salida del trabajo, cuando las personas de bien deberían irse a sus madrigueras, he elaborado las más alambicadas teorías sobre las causas de este fracaso nacional y creo que ya tengo el culpable.

El culpable de que no aprenda inglés es el Present Continuos”.

¿Qué? ¿Cómo os habéis quedado? Si además de impactados no sabéis de qué os hablo, os diré que es un tiempo verbal malvadísimo, con un bigotillo fino que se retuerce cuando planea cómo hacer que los españoles sigamos sufriendo en el extranjero y yo no domine ni el mundo ni la versión original de las películas.

Por si aún no lo reconocéis, os diré que es ese que tiene un "ing" por ahí en medio y que según los profesores, tiene más usos que el aloe vera. Ejemplo:

- Im doing my best

Frase que creo que es incorrecta pero muy útil, porque al parecer utiliza Un momento jefe, que la están peinando.

Lo dicho, que yo he estudiado inglés en diferentes centros, con diferentes profesores y métodos, a diferentes edades, pero allá donde fuera, SIEMPRE, sin variación alguna, en algún momento dado en la pizarra aparecía el maldito " I'm verbo+ing" de las narices, señal inequívoca de que volvía mi viejo anti-heroe: El Present Continous, que me es más fiel que mi grupo sanguíneo.

Y para rematarlo, el profesor de turno diciendo:

- Este tiempo verbal se utiliza para hacernos saber que..

- ... vais a perder el tiempo, otro curso más.

Es como si llevara más de 15 años intentando aprender a tocar la guitarra y a cada clase que fuera, solo me enseñaran a tocar La Bamba. Hombre por favor, creo yo que en tanto tiempo, sabría tocar hasta El Concierto de Aranjuez, pero con los dedos de los pies.

Porque vamos, digo yo que si hubiera empleado tanto tiempo y esfuerzo en cualquier otra materia (menos la papiroflexia) ya la dominaría ¿no?.

¡Pues si hubiera aprendido kárate, seguro que ahora sería mejor que el Mono Borracho ese!. Y no es por presumir, pero sin abusar del alcohol.

Un día, hace no mucho me acordé de eso, porque estaba sacando dinero en un cajero automático que tenía un puerta que no se podía cerrar. Estos sitios son idóneos para que te den el palo, pero con la debida privacidad, que siempre se agradece. Así que ahí estaba intentando darme prisa cuando veo perfectamente como un tipo, con cierto aire sospechoso se acercaba más y más a la puerta y yo pensando

- Con que el kárate era peligroso ¿eh? Pues a ver si no tengo más posibilidades de que me rompa una pierna ese tío, si me pongo a gritarle ¡Window, door, table!

miércoles, 13 de octubre de 2010

Los que hemos estado en NiuYo (II)

Pues había esto: La limusina más grande que había visto en mi vida, vale, la única limusina que había visto en mi vida, que como podéis ver, no cabía entera en la foto.

En la foto futurista, porque también observaréis que la hice en el año 2049, que yo soy una avanzada a mi tiempo. ¿Qué os creíais? ¿Que no me acordé de cambiar la fecha y la hora de la cámara y que me acabo de dar cuenta? Sí hombre, y además me voy bebiendo por ahí las velas. Aaay.

Ah, era negra como se puede ver y el conductor era blanco, yo diría que "hispano" (vamos, que no sé de dónde era pero hablaba español).

Lo cierto es que cuando estaba leyendo lo de los traslados al hotel, había leído la palabra "limusina", pero no sé, no me lo acababa de creer, además, incluso dentro de las limusinas habrá cosas más discretas ¿no?

Yo me preguntaba si J.T., mi pareja en el baile y quarterback del equipo, intentaría propasarse conmigo:

a) Antes de que acabara la fiesta

b) Antes de que empezara la fiesta

c) Antes de que me acabara esa copa

d) Antes de tirarme un cubo de sangre encima

Y sobre todo ¿En qué momento me puedo quitar el medio ramo de camelias que me está cortando la circulación de la muñeca izquierda?

Hicimos una fotos dentro pero no se ve nada y es una pena porque estaba decorada con luces de colores tipo discoteca, un mueble bar (este era un poco de mentirijillas) y por supuesto, llevábamos la música a tope.

Y así fue mi entrada en Manhattan, nunca olvidaré cómo vi la Quinta Avenida por primera vez a ritmo de videos musicales de los años 80.

No, no se podía abrir el techo, ni llevábamos sombreros vaqueros, así que no hay video gritando "Mary Jane, no te caseeeeeeeeeees", "Bueno, o cásate, pero antes regálanos unos zapatooooos." (chiste de zapatos, lo veo poca salida)

Aunque sería peor:

- Nueva York, tiemblaaaaa!

O peor todavía

- Estamos solteraaaaaaaaas, hombres de Nueva York, temblad!

No, mucho peor:

- Estamos sin maridoooos

Vale, no se puede caer más bajo. No espera, sí que se puede:

- ... y estamos piripiiiiiiiiiiiiis!

Vale, continuemos después de haber descendido al averno de las despedidas de soltero.

Cuando llegamos al hotel mi hermana/acompañanta miró el reloj y me dijo "Son las 5 de la mañana", bueno, no es mala hora para que tu limusina te deje en la puerta del hotel, después de una despedida de soltero, creo yo.

Aunque ahí creo que eran las 8 de la tarde, ni salimos a cenar, ni nada, nos pusimos los pijamas y yo saqué la manta eléctrica, el adaptador para las diferentes clavijas (ahí son planas) y el transformador de potencias que habíamos traído de España y me la puse en la espalda.

Mientras me quedaba adormilada pensaba que aunque el baño parecía que lo había instalado James Stewart en su época de fontanero, antes de ser actor, cuando llevaba las corbatas a lo Fofito, la habitación era enorme, las camas alucinantes, la de cada una ya era una cama doble, lo malo del hotel era un cierto olor extraño... no sé... como a quemado.

- ¡¡QUE ESTÁ SALIENDO HUMO DEL ENCHUFE!!

Menos mal que se dio cuenta mi hermana y pudimos desenchufarlo a tiempo, antes de haber pasado en los USA 1 hora como turistas y 7 como retenidas en comisaría en espera de repatriación urgente por haber quemado un hotel.

El que acabó su viaje ahí fue el famoso adaptador de potencias en el que nos habíamos gastado el dinero y que había venido desde Madrid, para acabar en la papelera de un hotel de NY la primera noche, junto al adaptador de marras y a la manta eléctrica. Y no hicimos un exorcismo, porque en el avión no nos dejaron llevar el agua bendita, que si no...

A la mañana siguiente decidimos que nos íbamos a dar un desayuno/brunch o lo que sea de los que merece la pena cruzar el Atlántico.

Fuimos a Sarabeth's en frente del Central Park, un sitio monísimo, lleno de flores y bueno, a quién narices le importa eso, lo que se ve que es que los Bibs (dije que los había traído conmigo, no?) se pusieron tibios.

Primero unos huevos con ensalada y después mientras intentaban pedir otra cosa, sin ningún éxito, se tuvieron que conformar con unas tortitas con fresas ¡Qué remedio!



Nosotras ya íbamos bien advertidas sobre el tema de las propinas, pero yo no sé qué llevamos los españoles en la cara escrito, qué fama nos precede, que cuando nos trajeron la cuenta, en este sitio tan fino, donde todos eran tan educados, nos habíamos puesto, escrito a mano en español "Propina no incluida".

Oye, de verdad, que levante la mano el español que fue a Sarabeth's y no dejó propina.

A la salida pasamos por una farmacia, que era un macro local de dos plantas, con entrada por dos calles, para el que nunca haya estado en una farmacia americana, le robaré la definición a una compañera de mi sister:

"Farmacia es ese local donde venden de todo, menos medicinas".

Lo dicho, venden de todo de todo, afortunadamente también la famosa manta eléctrica con la que planeaba pasar una noche loca, que encontré gracias al empleado latino de turno (no sería el último que nos encontraríamos), así que decidí empezar mi periplo por las calles de Nueva York cargando con una bolsa de farmacia, todo el santo día.

Esto es muy importante, comprarse lo que más pesa/abulta/molesta, a primera hora del día, para que vea bien la ciudad y sea la estrella invitada de todas las fotos.

Nuestro siguiente objetivo era una matinée de un musical de Broadway. Y he aquí otro buen motivo para comprar lo que sea a primera hora, y es que puedes intentar decapitar a la señora de delante 4 veces seguidas con la misma bolsa.

En mi caso, no se dejó la muy malandrina, y es una pena, porque las fotos hubieran sido buenísimas, pero nada, la tía resulto más rápida esquivando de lo que nadie hubiera pensado ¡pardiez!.

-Señora, si usted no colabora, no hay nada qué hacer ¿Cómo quiere que mi blog incluya por fin el tema de los zombies?. Vale que los zombies suelen serlo por extrañas mutaciones víricas y aquí lo sería por traumatismo craneo-encefálico por manta eléctrica, pero creo yo que...

Le decía, pero se ve que no entendía el español, y no hubo manera. Que si llega a entenderlo, seguro que se hubiera prestado a ello.

De la obra una variación sobre El Mago del Oz, qué os voy a decir, en la red encontraréis un montón de críticas serias al respecto, yo lo único que añadiré es que después de verla no creo que pueda ver un musical en Madrid, con sus limitaciones, porque todas las comparaciones son odiosas y solo el tamaño del escenario, ya cambia mucho la cosa.

Al final de la representación, sale todo el elenco a saludar, aplaude todo el público en pie y la protagonista da las gracias y pide que nos sentemos.

- Hoy es un día muy especial ¿verdad Glinda?, le dice a la coprotagonista.

- Sí, porque hoy es ¡Miércoles!

- Sí, vale, porque hoy es miércoles y porque hoy tenemos con nosotros al espectador ¡Cinco MIllones!

(plas-plas-plas)

- Así que vamos a ver quién tiene exactamente la entrada cinco millones.

Unos momentos de intriga y se acercan unos del coro con el vestuario a un tipo del patio de butacas con cara de ¿eeein? .

En el pasillo se hace unas fotos con los que habían ido a buscarlo, mientras la gente aplaude y las protagonistas, desde el escenario, dicen...

Bueno, yo qué sé lo que dicen, si no hablo inglés, todo esto es una traducción libre y lo mismo es que era el cumpleaños del hombre o que la Bruja Mala del Oeste le iba a pedir matrimonio.

Yo entendí que le felicitaban y le daban las llaves de la Ciudad Esmeralda, que yo creo que el hombre estaba pensando que dónde narices metía ese trasto.

Yo, la verdad es que estaba pensando que era un premio un poco cutre, y que por lo menos le podían subir al escenario con los actores principales, pero como soy imbécil, pues aplaudía como todos.

Entonces añade una de las protas:

- Y también te vamos a dar unas entradas para que vayas a ver el montaje de la obra ¡A Londres!

(más plas-plas-plas)

- Y ya que estamos, con viaje y hotel.

Vaya, pues esto sí que se merece un buen plas-plas-plas. Aunque no es por nada, pero a mí estos premios de viajes, y tal, me parecen todos un tongo, supongo que estaréis de acuerdo conmigo ¿no?


pd. Mis primeras fotos, Chispas.


lunes, 11 de octubre de 2010

El viaje que se os va a hacer más largo, jamás contado

Una de mis muchas teorías que a nadie le importan y con las que castigo a los pobres incautos que llegan a este blog buscando información sobre canciones de gasolineras o a aquellos que me encuentro por la calle y no pueden correr lo suficiente es que, a menudo, la gente que ha vivido en el extranjero, o aman u odian en términos absolutos el país en cuestión, y lo ponen como ejemplo de todo lo bueno o malo del universo:

Por ejemplo, si están comiendo dicen:


- Estas gambas están sequísimas, se parecen a las de Chiquitistán.

o

- Estas gambas están jugosísimas, parece que las hubieran hecho en Chiquitistán.

Pues bien, yo sin necesidad de vivir en ningún otro sitio, en el escaso plazo de una semana, me he convertido en la amiga (espero) pesada (me temo) que todo lo compara con Nueva York, porque me he vuelto neoyorfílica. No, perdón, me he vuelto niuyorfílica, bueno que me ha gustado mucho, pero mucho, mucho, así que durante años y años cuando alguien me diga:

- Qué bonitos esos pantalones

Pienso responder

- Es que me los compré en Niuyó,

Aunque sea mentira cochina, pero ¿para qué narices atraviesa uno cinco mil kilómetros, si no es para presumir durante un tiempo indefinido?. Es más, pienso añadir:

- Y me salieron baratísimos. Es que ahí la ropa es súper barata y de buena calidad y ¿a dónde vas corriendo?

La verdad es que aunque me he comprado bastantes cosas, nada me ha salido súper barato, lo reconozco.

Pero ni esta sinceridad os va a librar de semanas y semanas de mis crónicas neoyorquinas, en fin, que os vais a arrepentir, todos los que hicisteis posible este viaje, no sabíais dónde os estabais metiendo. ¡Pero si yo doy la brasa incluso cuando me voy a Cuenca!

En primer lugar diré que como ya he mencionado y por si acaso aún hay algún seguidor de Pepe Pinto no lo sabe, este viaje se lo debo a Atrápalo, a Escuela de Escritores y por supuesto a los Blogueros de Incontestable Belleza (Bibs) que orquestaron (junto al bote sinfónico) una campaña electoral sin parangón (“sin parangón” porque a ver quién consigue un parangón a estas horas) que me llevó de viaje.

Cienes de veces dije a los Bibs "Nos vamos de viaje, este viaje es nuestro", pero no, no lo decía a la ligera (y pronto se descubrirá que lo de la "ligera" ahora es menos aplicable que nunca) y es que puedo asegurar que el viaje lo han hecho conmigo y a las pruebas gráficas me remito.

En segundo lugar diré, que en el avión de ida me hice unas notitas sobre cosas que quería comentar de anesdotillas del aeropuerto, etc, pero después inconscientemente, tiré el papel y ahora se han perdido para siempre jamás.

Lo sé, es una pérdida más irreparable para el mundo artístico, que el pendiente de Lola Flores, pero lo intentaré reparar, teniendo en cuenta que llevo más de una página, y todavía no me han dado la tarjeta de embarque, así que al lío.

Día 28 de Septiembre de 2010. Día previo a la Huelga General. Aeropuerto de Barajas.

Menos mal que al fin, el viaje se pudo adelantar un día, pensaba mientras hacía colas aquí y allá y el habitual porcentaje de personas se intentaba colar una y otra vez. Menos mal, seguía pensando mientras golpeaba repetidamente con mi equipaje de mano al fulano que sí había conseguido colárseme. Menos mal.

No sé si habréis observado que en trenes y autocares de largo recorrido, abundan las monjas, lo digo en serio, es difícil no coger un autobús para ir a Zamora, y que no haya por lo menos una monja.

Un cura no, eso no se suele ver, pero las monjas las deben poner las compañías. Y allá que viajan ellas, con su servicio de paquetería encubierto.

Porque ya es hora de desenmascararlas, cada una de estas monjitas siempre lleva al fondo de su maleta, camuflado entre burruños de medias pata-palo, un paquete para la hermana soltera de la Madre Emilia.

Es el Seur monjil, el Fed-ex de las órdenes religiosas femeninas de este país. Algún día saltará esta rama de la economía sumergida a la palestra, al tiempo.

Yo, sin embargo, he viajado mucho menos en avión y por mi ignorancia, me sorprendió ver solo a una monja en el aeropuerto. Hombre por favor, yo creo que Barajas es un aeropuerto internacional con la suficiente categoría como para poder permitirse más de una monja. Reivindico más monjas en los aeropuertos ¡ya!

No faltó, eso sí, el fraile capuchino (o lo que fuera) vestido como en el siglo XVII.

En serio ¿cuántas veces habéis visto a un fraile con un hábito que parece un extra de "El Rey Pasmado" por ahí? Y no vale la visita que hicisteis a Santo Domingo de Silos con vuestros suegros. Yo, en la vida lo he visto, salvo en Barajas, facturando su equipaje.

¿Y no sería un extra puesto para dar color? Porque entre cientos de turistas, gente que vuelve de Mallorca con dos ensaimadas mínimo (una sola no, está prohibido), gente en viaje de negocios y algún famosete, de vez en cuando se ve una nota original, proporcionada por AENA o el organismo autónomo del país adecuado, puesto únicamente para que te dejes de preguntar durante 5 minutos porqué tienes que estar una hora y media larga esperando en la puerta de embarque.

En mi vuelto de ida, nos pusieron a un judío ortodoxo (de guardarropía, seguro), con su larga barba blanca, sus ricitos a los lados, su ropa estándar... lo dicho, otro extra, como el fraile capuchino del aeropuerto.

Es de agradecer que hagan este esfuerzo de ambientación, qué pena que no se esfuercen un poquito más en la comida del vuelo.

Pero como soy buena persona, os ahorraré los habituales detalles acerca de un vuelo de 8 horas en clase turista, intentando huir de la comedia romántica de turno y pulsando insistentemente el botón de llamar a la azafata, mientras intentaba subir la música de los auriculares (el show de Loque).

Llegamos al aeropuerto a las 8 de la tarde hora local, como las 2:50 de la mañana para nosotras, y después de superar 3 controles, dando gracias por no haber tenido que abrir las maletas y por pasar limpiamente la inspección de los perros policías, gracias a que llevábamos de señuelo a una señora que se puso a decir:

- Huy, qué perros más monos.

y a intentar acariciarlos ("Señoras que les hacen monerías a los perros de aduanas mientras las inspeccionan el equipaje"), conseguimos llegar a la salida donde nos esperaba...

Bueno ¿cómo decirlo? Yo lo había leído pero no me imaginaba que fuera así, son cosas que te han contado que existen, pero no acabas de creértelo. Aunque las veas en fotos o en películas, después, cuando te pasan a ti, pues te sorprenden mucho. Nos esperaba ....