martes, 19 de julio de 2016

Esa alegre tonada, solución (al fin!!)

Una terrible agitación recorre el país desde hace semanas, meses incluso, y no es para menos.

¿Las primeras elecciones? ¿La eurocopa? ¿El insoportable calor? ¿El insoportable aire acondicionado de los autobuses? ¿Las segundas elecciones?

No, no, mucho más inquietante: la resolución de la alegre tonada que se ha hecho esperar!!

En fin, ya sabéis que la mujer dispone y la falta de tiempo dispone y que no por mucho madrugar se escribe la entrada más temprana y dichas ya estas simplezas a modo de disculpa, tan torpe como sincera, allá van las opciones de la más votada a la menos votada y por fin (¡Oh, tamaña intriga que tanto os desasosegaba!), la solución.

Soy Mineroooooo

Primera opción escogida por el (paciente) público. La verdad es que difícil no asociar esa canción con una situación tan difícil como llevada con (inexplicable) alegría.

Con demasiada alegría diría yo, porque qué quieres que te diga Antonio Molina, bajar a la mina no es para estar tan felizote, te pongas como te pongas. Aunque una cosa te digo, minero cantor, hay que reconocer que el tuyo es el mejor trabajo de toda la cantera, porque empujar una vagoneta no será una juerga, pero comparado con andar picando piedra todo el día es pecata minuta.

Sobre todo si además de lo de pico tienes a un tipo cantándote al oído con esa voz tan aguda, tan penetrante tan … laína, que la llamaba Lauren Castigo. Vete tú a saber por qué.

Vuelvo a remitiros al mismo vídeo (pincha aquí, resalao)  porque no tiene desperdicio.

Molina y sus compañeros con el peto de vestir
Que si uno que va a levantar una piedra muy pesada y al final coge otra más ligera (qué gag! No me canso de verlo), que si el susodicho Antonio Molina se acuerda de que no se ha puesto la camiseta pero aún así conserva el mismo gesto durante toda la canción... Y es que era el Sara Montiel del cine coplero.

Pero con voz.
Y sabiendo cantar.
Vale, no era como Sara Montiel.

Pero mi momento favorito es cuando salen todos del trabajo, así del bracito cogidos, sonriendo, haciendo coros, que nadie ha salido tan alegre y cantarín de una mina desde los Siete Enanitos.

Van todos como diciendo "¿Seguridad en el trabajo a mí? Suspaqué"

Y eso que es obvio que sufren una terrible enfermedad laboral, a tenor de ese movimiento oscilatorio errático de cuello que sufren todos. Espero que de la mina se vayan directos al fisioterapéuta.

Pero al lío: ¿Es este compendio de falta de seguridad en el trabajo y alegría injustificada lo que me viene a la mente cuando descubro que he perdido el último autobús? Pues no, y eso que la canción se tercia, pero por algún extraño motivo, mi subconsciente la tiene archivada en otra carpeta.

Sospecho que en la de "Gente que vive feliz porque no sabe que tiene las cervicales fatal".

Parchís y Campanera

En segundo lugar, con igualdad de votos, tenemos a Parchís-chís-chís y a Campaneeeeera.

Qué curioso que coincidan dos muestras de niños explot.... digo artistas de épocas tan diferentes ¿verdad?

Campanera, la verdad es que a veces me viene a la mente, pero solo eso "Aaaay, campanera" porque, como ya conté, me veo incapaz de soportar a Joselito 25 segundos seguidos.

Vale, ni alternos.

Mi mente se ve que es más sabia de lo que parece, porque no me trae al "Pequeño Ruiseñor" al recuerdo en los malos momentos. Ni en los buenos, vaya.

Resumiendo: que no es Joselito (Oooooh), ni siquera Marisol, a la que tengo mucho más fichada en sus múltiples papeles de rubita pizpireta que es huérfana de madre, rubita pizpireta que es huérfana de padre o rubita pizpireta que huérfana a secas.

La verdad es que esos argumentos y tal cúmulo de desgracias son realmente inverorísimiles: Que si es rehén de unos ladrones que resultan ser unos blanditos; que si destapa un plan para engañar a su tío y robarle la herencia a la familia; que si vive en casa de su productor/descubridor, separada de su familia, criándose junto al que en el futuro será su primer marido...

Lo dicho, totalmente inverosímil.

Parchís. Os he dicho que Joselito me pillaba lejos por cuestión de edad, pero tuve el inmenso privilegio de ser contemporánea de toda una generación de niños cantantes.

¡Qué tardes de sábados aquellas en que me quedaba hipnotizada delante de la televisión, mientras veía Aplauso! Aplauso! Un sentido homenaje a ese programa en el que nunca sabías lo que te podías esperar:

Tan pronto salía KISS como Rocío Jurado.
Village People como AC/DC.
Bernardo Bonezzi como unos novios formales de Valladolid que bailaban rock acrobático.

Cómo recuerdo estar en el cuarto de estar de mi casa y escuchar a Silvia Tortosa exclamar "Con vosotros.... Parchís!" mientras yo pensaba:

- ¡No, por Dios, Parchís no, prefiero a Pino D'Agio, hasta al tipo que hace robot!

Pues sí, es triste pero este segundo advenimiento de los niños cantores de España me llenó de un espanto sin fin y me hizo adquirir extrañísimas e inummerables fobias:

- A los niños que bailan acompasados.
- A los chavales con flequillo que les tapa un ojo
- A las niñas que dan golpes de cuello absurdos para mover la melena a cada paso de baile. Otra que debe tener las cervicales para el arrastre.

Y sobre todo a la ropa de colorines a juego.

En fin, que los pobres niños, que de mayor comprendí que no tenían culpa de nada, me estomagaban bastante y la única que me caía bien era la de Parchís que bailaba con tan poco brío.

Quizá porque pensaba que de verme metida en algo así, yo también intentaría pasar lo más desapercibida posible.

Pues sí, ya es mala pata que te horrorice tanto algo con lo que machacan a tu generación día y noche y además en plena infancia. Creo que fui la niña más perjudicada por ese fenómeno en toda Españ... No, espera, creo que fue Ana.

Ya sabéis... la de Enrique y Ana.

Sí, sin duda fue mucho más perjudicada.

Oh, sí, MUCHO más.

Así que no, nunca me he aprendido los pasos de los bailecitos de Parchís (ni de nadie, ahora que lo pienso) y nunca canté sus canciones ensayando frente al espejo.

Aunque por supuesto que he cantado muchas (otras) canciones con un cepillo en la mano, o un bote de champú, o mucho mejor, un desodorante. Por cierto, la marca Mum tiene las dimensiones idóneas, hacedme caso.

Chinito de Amol

Pues sí, amigos, la respuesta correcta ha contado con un único acertante, Holden, que contestó el primero y se llevó el gato al agua. Pues bueno Holden, ya nos contarás qué narices has hecho con un gato en el agua, con lo poquísimo que les gusta.

Enhorabuena. Ya sabes, puedes escoger qué escritor incluya en una futurible entrada de "Este es un escritor que va a comprar el pan".

Pero recuerda, recordad todos, que este blog es vuestra casa, que digo casa, vuestro palacio y que las cosas de (este) palacio van despacio, pero que muy despacio.

Respecto a "La canción del chinito y la chinita" (¡Qué título! ¡menudo tirón!) no, no tengo explicación razonable para que me asalte en los momentos más extraños.

Como os dije, los "Payasos de la tele" nunca me encantaron, aunque sin llegar a detestarlos al nivel de mi aborrecida infancia canora, y por no insistir más con Parchís recordaré a aquellos poco glamurosos mozalbetes (Botones) que nos castigaron con aquello "Sanchoooooo, Quijoteeeee, Quijoteeeeee", oscura premonición de lo que se nos avecinaba con el quinto centenario y demás efemérides institucional-cervantinas que nos asolan más que la pertinaz sequía.

Cualquier tiempo pasado no fue mejor

De verdad, yo ya me he leído El Quijote ¿Puedo salir ya al recreo, por favor?

Si tuviera que escoger una canción de mi infancia que me infundiera ánimo al descubrir que me había dejado la cartera y el abono transportes en casa (todo a la vez), sería no sé... Maná, maná que siempre me hace sonreír 

Pero juro que es así, el chinito (y también la chinita) se me aparecen en los momentos más inoportunos. Realmente inoportunos.

Como la vez en que, viviendo el siempre delicado trance de una mudanza, al límite de las fuerzas físicas y ya muy olvidadas las psicológicas, iba con mi infatigable hermana (Que José Luis Urribarri la bendiga) por la noche, probablemente después de tirar los cartones restos de las muchas cajas que habíamos conseguido vaciar.

Este era el cuadro: agosto en Madrid, once de la noche, un barrio que no es conocido precisamente por su bullicio y nosotras andando derrengadas en medio de una calle solitaria. Para que os hagáis una idea, un estilo Walking Dead, pero peor vestidas, que lo que te pones para hacer una mudanza, no te lo pones ni para.... ni para... bajar a una mina.

Anda ¿A ver si va a ser por eso que Antonio Molina no llevaba camiseta?

Bueno, pues ese es precisamente la clase de momento en que esto sucede, y sucedió:
- Cuando te digo chino-chino-chino del almaaaaa, tú me contestaaaaas..
- Pero ¡¿Qué haces?!
- Es que cuando estoy muy cansada me da por cantar Chinito de amol.
- ¿Y tienes que cantarla precisamente cuando pasa un chino?
- ¿Qué dices? Si no pasa un alma por la calle. ¿De dónde va a salir un chin..ooOOooostras un chino!!

Pues probablemente de donde salía era de su negocio sito está en mi misma calle y al que - abochornada - no he entrado jamás, aunque ambas hemos bautizado a dicho local con un nombre muy pegadizo:

HermanaSister- Si puedes, cuando vengas, compra una botellita de agua en cualquier parte.
Servidora- Es que no sé si habrá algo abierto.
HS- ¿No está ya la tienda del señor-al-que-ofendiste-gravemente?
S- Es que la tienda del señor-al-que-ofendí-gravente está camino al Metro y yo pensaba coger el autobús.
HS- Vaya.
S- Además yo creo que en la tienda del señor-al-que-ofendí-gravemente no tienen agua, es más tipo bazar.
HS -¿Pero has llegado a entrar en la tienda del señor-al-que-ofendiste-gravente?
S -No, no, solo me lo parece, que una vez iba a entrar pero me dio tanta vergüenza que al final no me atreví.

Por el mismo motivo no me atrevo a pasar por delante de la Embajada China, por si creo un incidente internacional.

Ah, Miliki... cuánto daño hiciste!